Génesis 27 18-29
"Jacob entró donde estaba su padre y le dijo: «¡Padre!» Él le preguntó: «Sí, hijo mío. ¿Quién eres?» Y Jacob dijo a su padre: «Soy Esaú, tu primogénito. Ya hice lo que me mandaste. Levántate, siéntate y come la caza que te he traído. Después me bendecirás.» Dijo Isaac: «¡Qué pronto lo has encontrado, hijo!» Contestó Jacob: «Es que Yavé, tu Dios, me ha dado buena suerte.» Isaac le dijo: «Acércate, pues quiero tocarte y comprobar si eres o no mi hijo Esaú.» Jacob se acercó a su padre Isaac, quien lo palpó y dijo: «La voz es la de Jacob, pero las manos son las de Esaú.» Y no lo reconoció, pues sus manos eran velludas como las de su hermano Esaú, y lo bendijo. Volvió a preguntarle: «¿Eres de verdad mi hijo Esaú? » Contestó Jacob: «Sí, yo soy». Isaac continuó: «Acércame la caza que me has preparado, hijo mío, para que la coma y te dé mi bendición.» Jacob le sirvió y comió. También le ofreció vino, y bebió. Entonces Isaac le dijo: «Acércate y bésame, hijo mío.» Jacob se acercó y le besó. Al sentir Isaac el perfume de su ropa, lo bendijo con estas palabras: "¡Oh!, el olor de mi hijo es el de un campo al que Yavé bendijo. Que Dios te dé el rocío del cielo y la fertilidad de la tierra, y abundancia de trigos y mostos. Que te sirvan los pueblos y las naciones se inclinen ante ti. Sé señor de tus hermanos, que los hijos de tu madre se inclinen ante ti. Sea maldito quien te maldiga, y bendito quien te bendiga."
Reflexión. –
A lo largo de la escritura, vemos la relevancia de la figura masculina en las nuevas generaciones. Un hombre, lleva en su ser, el amor paterno, y aunque no se tengan hijos biológicos, está en cada uno de nosotros delegada una paternidad para con quienes nos necesitan.
En la lectura de hoy vemos la importancia de que un padre bendiga a su hijo, la bendición que Isaac da a Jacob, es la legitimación como decendencia suya, es verse reflejado en el hijo y es dar continuidad. Esa bendición ha ido descendiendo de generación en generación, hasta llegar a nosotros, como pueblo de Dios que somos. Un hombre debe sentirse bendecido porque Dios Padre, le reconoce como hijo suyo en el bautismo y le abre las puertas al Cielo, es decir al patrimonio, de Dios, cuando un padre comparte su patrimonio, es por que reconoce a quien lo hereda como hijo suyo. Independientemente de si hubo un padre biológico o una figura paterna, eres coheredero de Dios Padre, que te ha constituido hijo suyo, y así como te da su patrimonio, te entrega por tanto la misión que todo padre da a sus hijos, continuar con su legado. Por tanto, como hombres que somos, es hora de terminar de renunciar al mundo, y tomar esa misión que se nos ha conferido, como proveedor, protector y guía.
El mundo de hoy carece de hombres que se hagan responsables de lo que sucede, con frases como “¿Quién soy yo para juzgar?” “Eso a mi no me toca” “No tengo tiempo para eso”, nos hemos hecho muy hábiles en ser eso que Jesús menciona en su Evangelio, ser “Sal en la tierra”. Un hombre debe ser proveedor, debe ser protector y debe ser guía, un hombre debe ser protagonista, no de las historias de los demás, sino de su vida, porque es parte de la responsabilidad que Dios le ha dado.
Hoy hablamos mucho de derechos, pero se nos olvida que atadas a los derechos van las responsabilidades, hablamos de tener derecho a todo, pero cuando se trata de asumir responsabilidades nos ocultamos.
Hoy, estás terminando este reto y te digo esto: Dios te hizo fuerte, no te hizo de cristal, no te hizo de papel, y por tanto no te rompes fácilmente, Dios te hizo a semejanza suya, y te confirió ser sacerdote, profeta y rey. Por tanto si no vives asumiendo esto, no encontrarás tu felicidad, porque la misión que te ha dado la vivirás arrastrando, y no llevando como armadura.
Esta semana, cierra, rezando a Dios Padre, pide especialmente, que el Espíritu Santo, te ilumine en el camino que te pide, y que te de claridad en la misión que Dios Padre tiene para ti, que te fortalezca, y que te de la seguridad que tal vez no recibiste de tu Padre Biológico, para que tu puedas ser el hombre que estás llamado a Ser.
Oración que habitualmente reza el papa Francisco a San j (lo relata en Patris corde)
«Glorioso patriarca san José, cuyo poder sabe hacer posibles las cosas imposibles, ven en mi ayuda en estos momentos de angustia y dificultad. Toma bajo tu protección las situaciones tan graves y difíciles que te confío, para que tengan una buena solución. Mi amado Padre, toda mi confianza está puesta en ti. Que no se diga que te haya invocado en vano y, como puedes hacer todo con Jesús y María, muéstrame que tu bondad es tan grande como tu poder. Amén».